Escribí este pequeño relato personal en el 2019, y aún me gústa mucho. Aunque aquel no fué un buen año, celebré con gran calidéz su final. Quién diría que el año 2021 me traería tantas sensaciones y sentimientos similares. También me alegró su consumación. Maldita recurrencia diría mi padre.
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Hace días, a la hora de irme a la cama y después de apagar luces, comencé a escuchar unos pequeños golpecitos, muy tenues, muy livianos. Los defino como pasitos porque eso fué lo único que imaginaba entonces.
Volteaba esperando a ver la causa y nada. Volteaba al techo para saber si algo caía y nada.
Al amanecer lo olvidaba y continuaba con mi día.
Entonces, ayer, al llegar a mi casa en la noche, me miré al espejo, me gustó mi reflejo, cojí el móvil y empecé a jugar con mis plantas y a tomarme fotos. Resulta que volteando al piso descubrí que habían gotas de agua, distantes entre sí, seguí con la mirada el posible origen y lo encontré. Encontré el origen de los pasos y la fuente del agua; hace días me había sentido tan mal que desesperadamente busqué una actividad que me llenara de aliento, compré una maceta de unos 120 cm de diámetro y lavé, limpié y cambié de lugar a una alocasia odora para transladarla a mi recámara.
“La gutación, fenómeno observable como pequeñas gotas de agua en la epidermis foliar, se produce cuando la planta está en condiciones que favorecen la absorción rápida de agua y minerales y una transpiración mínima, como sucede con las plantas que crecen en suelos húmedos, durante la noche. Los iones minerales absorbidos de noche son bombeados al apoplasto que rodea a los elementos del xilema. Esta pérdida de solutos hace que disminuya el potencial agua en los elementos del xilema, generando un ingreso de agua desde las células circundantes. Al aumentar la presión dentro del xilema el agua es forzada eventualmente a salir a través de los hidatodos foliares.“
